Rosario: Tu ciudad y la mía.

 

 Curiosidades en la Historia de Rosario 

 

Sabías que...

...en mayo de 1969 se produjo el llamado rosariazo?

En mayo de 1969, el gobierno de la Revolución Argentina, presidido por el general Onganía, soportaba una andanada de repudio popular sin precedentes en los tres años de su mantenimiento en el poder.

Los sucesivos entrenamientos con las fuerzas policiales de represión -iniciados en Rosario por los estudiantes con el apoyo de toda la población- alcanzaron por momentos las características de una verdadera guerra comunitaria contra el poder.

La ola de sucesos, casi siempre sangriento para los estudiantes, no se dio solamente en Rosario. También Tucumán, Corrientes, Bahía Blanca, Buenos Aires, La Plata, Santiago del Estero, Salta, Mendoza y Resistencia ofrecían el aspecto de ciudades en conmoción.

El 15 de mayo los estudiantes de la ciudad de Corrientes se alarmaron por el desmedido aumento de tarifas en el comedor universitario. 

La negativa del rector correntino al dialogo con sus alumnos aceleró el proceso de descontento y efervescencia: actos de protesta callejera y en el mismo comedor, la policía correntina, siguiendo órdenes que después parecieron comunes a toda la policía del país se encargó de demostrar con eficiencia su capacidad represiva.

El estudiante de Medicina Juan José Cabral recibió dos balazos en el pecho que le produjeron la muerte, mientras fueron heridos seis estudiantes más.

El “agitador” Cabral, era de tendencia conservadora. Este fue el ejemplo evidente de que comenzaba a aparecer una nueva imagen del rostro oficialista.

La reacción en Rosario fue instantánea: el viernes 16, manifestaciones estudiantiles de repudio y adhesión al movimiento correntino se produjeron en la Facultad de Medicina, donde se sumaron a los universitarios los internados en el Hospital Nacional del Centenario, en señal de protesta por esa aplicación de aranceles.

Tampoco en este caso se trataba de “profesionales”. Iguales respuestas del estudiantado se manifestaron en la Facultad de Ciencias Matemáticas y parcialmente en la Filosofía y Letras.

El amanecer del sábado 17 iniciaba la semana de convulsiones más tremenda que viviera la ciudad.

Cerca del mediodía más de un centenar de jóvenes organizaron un acto relámpago y arrojaron volantes incitando a la lucha.

A los gritos de “Asesinos, asesinos” -un pensamiento que cuatro días después iba a estar en el pensamiento y en la boca de toda la ciudad- arrojaban volantes y se movían nerviosamente: sabían que en cualquier momento podía aparecer la policía, algo que finalmente no ocurrió. El sábado seguía su marcha.

En el comedor universitario de avenida Corrientes al 700, un universitario pronunció una exhortación a la lucha y a la unidad de obreros y estudiantes.

Aplausos y estribillos ahogaron las palabras finales del improvisado orador: de nuevo estaban los universitarios en las calles e intentaron interrumpir el tránsito.

Los pocos agentes de facción en las inmediaciones intervinieron y se produjo un grave altercado con uno de ellos: el oficial Lescano disparó en la frente de Adolfo Ramón Bello, un estudiante de ciencias económicas de 22 años que murió posteriormente en el Hospital Central Municipal.

La indignación de la gente fue tomando incremento, mientras llegaba la noticia de la tragedia a todos los hogares rosarinos.

Los días posteriores al asesinato del estudiante Bello, estuvieron signados por la nerviosidad, la agitación de toda la población y las excusas de las autoridades.

Todo hacía presumir que el clima de intemperancia que tenía sobresaltados a la ciudad y al país entero habría de estallar muy pronto.

El 20 de mayo, empezaban a hacerse públicas las adhesiones a la Marcha del Silencio en homenaje a Adolfo Bello, programada para el miércoles 21 y marcó el momento culminante de todo el proceso.

El miércoles 21 de mayo de 1969, Rosario no imaginaba que tendría su jornada más trágica. Una cuota todavía mayor le sería requerida por la desmesurada represión desatada en sus calles.

A las 9.30 de la noche, las fuerzas policiales desaparecieron paulatinamente de la ciudad: la desaparición entrañaba, no obstante, el origen del último y sangriento acto de la jornada, que se iniciaría poco después con la injustificable muerte de Luis Norberto Blanco, obrero metalúrgico de 15 años.

La mañana del viernes, presentó a la ciudad sin un solo comercio abierto, con las calles prácticamente vacías. Gendarmería recorría la ciudad encontrando a su paso grupos aislados de personas, miradas de repudio y voces atenuadas.

La “paz social” parecía haberse instaurado finalmente entre los rosarinos. El sábado 24 el ritmo normal continuaba en Rosario: las facultades parecían rigurosamente clausuradas, igual que el comedor universitario, y los estudiantes recorrían las calles conversando entre sí, sin intentar acciones contra nadie.

El meridiano de la violencia ese día pasaba por la ciudad de Córdoba.

El 25 de mayo no contó en Rosario con ninguna adhesión por parte de la población (en septiembre ocurría el segundo rosariazo).

Versiones que señalaban la posibilidad de implantación del estado de sitio en todo el país, ante el paro general para el viernes 30 de mayo se confirmaron: el 28 a la mañana renunció el jefe de policía de Rosario, coronel Mones Ruiz, quien fue reemplazado por el coronel Duret.

Algo sucio, pesado, insoportable, había quedado en las calles y en los corazones.
Rosario y el país, habían pagado un precio demasiado alto.

FUENTE: "Memoria de una ciudad sin memoria" Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario.



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